Los cubanos

Profeta hable de los cubanos
http://www.alexlib.com/luisaguilarleon/index.htm
Las Américas, Miami, diciembre 1986

Desde una roca en el puerto, el Profeta contemplaba la blanca vela de la nave que a su tierra natal había de llevarlo. Una mezcla de tristeza y alegría inundaba su alma. Por nueve años sus sabias y amorosas palabras se habían derramado sobre la población. Su amor lo ataba a esa gente. Pero el deber lo llamaba a su patria. Había llegado la hora de partir. Atenuábase su melancolía pensando que sus perdurables consejos llenarían el vacío de su ausencia.
Entonces un político de Elmira se le acercó y le dijo: Maestro, háblanos de los cubanos.
El profeta recogió en un puño su alba túnica y dijo:
«Los cubanos están entre vosotros, pero no son de vosotros. No intentéis conocerlos porque su alma vive en el mundo impenetrable del dualismo. Los cubanos beben de una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen con su música. Los cubanos toman en serio los chistes y hace de todo lo serio un chiste. Y ellos mismos no se conocen.
«Nunca subestimes a los cubanos. El brazo derecho de San Pedro es un cubano, y el mejor consejero del Diablo es también cubano. Cuba no ha dado ni un santo ni un hereje. Pero los cubanos santifican entre los heréticos, y heretizan a los santos. Su espíritu es universal e irreverente. Los cubanos creen en el Dios de los católicos, en Changó, en la charada, y en los horóscopos al mismo tiempo. Tratan a los dioses de tú y se burlan de los ritos religiosos. No creen en nadie y creen en todo. Y ni renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones.
No discutáis con ellos jamás. Los cubanos nacen con sabiduría inmanente. No necesitan leer, todo lo saben. No necesitan viajar, todo lo han visto. Los cubanos son el pueblo elegido… de ellos mismos. Y se pasean entre los demás pueblos como el espíritu se pasea sobre las aguas.
Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil, unirlos es imposible. Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo, menos conseguir el aplauso de otros cubanos.
No les habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura, y los cubanos son hiperbólicos y desmesurados. Si os invitan a comer, os invitan a comer no al mejor restaurante del pueblo, sino «al mejor restaurante del mundo». Cuando discuten no dicen «no estoy de acuerdo con Ud., dicen «Ud. está completa y totalmente equivocado».
Tienen una tendencia antropofágica: «¡Se la comió!», es una expresión de admiración, «comerse un cable», señal de situación crítica, y llamarle a alguien «comedor de excrementos» es su más usual y lacerante insulto. Tienen voluntad piromaniaca, ser «la candela» es ser cumbre. Y aman tanto la contradicción, que llaman a las mujeres hermosas «monstruos» y a los eruditos «bárbaros», y cuando acceden a un favor no dicen «si» o «no», sino que dicen «sí, como que no».
Los cubanos intuyen las soluciones aun antes de conocer los problemas. De ahí que para ellos «nunca hay problema». Y se sienten tan grandes que a todo el mundo le dicen «chico». Pero ellos no se achican ante nadie. Si se les lleva a visitar el estudio de un famoso pintor, se limitan a decir «a mí no me dio por pintar». Y, sin embargo, su hablar está matizado por los diminutivos. Piden «un favorcito», ofrecen «una tacita de café», visitan «por un ratico», y de los postres sólo aceptan un «pedacito».
Cuando visité su isla me admiraba su sabiduría colectiva. Cualquier cubano se consideraba capaz de liquidar al comunismo, enderezar a la América Latina, eliminar el hambre en África, y enseñar a los Estados Unidos a ser potencia mundial. Cuando quise predicarles mis ideas, empezaron por enseñarme como yo podía llegar a ser un buen predicador. Y se asombran de que las demás gentes no acepten cuan sencillas y evidentes son sus fórmulas. Así, viven entre Uds. Y no acaban de entender por qué ustedes todavía no hablan como ellos».
Había llegado la nave al muelle. Alrededor del Profeta se arremolinaba la multitud transida de dolor. El Profeta tornose hacia ella como queriendo hablar pero la emoción le ahogaba la voz. Hubo un largo minuto de conmovido silencio. Entonces se oyó la imprecación del timonel de la nave: «Decídase, mi hermano, dese un sabanazo y súbase ya, que ando con el schedul retrasao». El Profeta se volvió hacia la multitud, hizo un gesto de resignación y lentamente abordó la cubierta. Acto seguido, el timonel cubano puso proa al horizonte.

Luis Enrique Aguilar León  1925-2008

Historiador, ensayista político y profesor cubano, nacido en Manzanillo (Oriente), aunque de niño también vivió en Cárdenas y Remedios. A los once años se mudó a Santiago de Cuba y se educó en colegios jesuitas en Santiago de Cuba (Colegio de Dolores) y en La Habana (Colegio de Belén), coincidiendo en ellos con el joven Fidel Castro. Se tituló en Derecho por la Universidad de La Habana (1949), por la Universidad Complutense de Madrid (1950) y en Relaciones Internacionales (Ph.D.) por la American University de Washington, D.C. (1967). Tomó un curso en Ciencias Sociales en la de Toulousse (1953).

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